Parándose de vez en cuando a hacer muecas y verificar
que ahí sigue, a detenerse casi a punto de decir «Todo
correcto», y recapacitar.
Callado y pensativo el hombre nuevo cuenta hasta
siete minutos, y hasta varios kilómetros de distancia
sembrada entre lluvia, humo de coches y asfalto en
movimiento.
No le hacen falta brumas, para perderse es suficiente
un choque de hombros en la calle. Como ahora, que está
frente a una columna, esperando una palmada o que se
le avive la brasa, no para pedir atención médica y que le
averigüen.
Se plantea con qué lengua dirigírsete, porque tiene
muchas y duda entre la de lamerte, la que ha lijado la
tuya, la que le muerde o la herida.
Anudado saco sin voz y sin fondo, el hombre nuevo,
lleno de palabras con una brasa debajo de cada una, se
quema sin abrirse, porque los sacos no tienen brazos, y
si los tuviera no podría deshacer este nudo de estómago
que le cierra la garganta.
(Mariano Gamo,
Hazversidades Poéticas, 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario